DESCRIPCIÓN
«Egidio, el granjero de Ham», presunta traducción de un manuscrito en latÃn insular que cuenta, los orÃgenes del Pequeño Reino, fue publicada en 1949. Tolkien habÃa concluido hacÃa poco «El Señor de los Anillos», y Egidio es en muchos sentidos un anticlÃmax paródico en el que reaparecen —a veces como una broma erudita— la parafernalia caballeresca de «El hobbit» y la trilogÃa, la insensatez y la vanidad de los poderosos, y el ascenso de un hombre común, «mediano» y sin ambiciones que llega a rey por los azares de una aventura. Como Bilbo, como Frodo, o como Sam, Egidio es un auténtico antihéroe. Entre los escasos relatos que han sobrevivido de la historia del Pequeño Reino, la leyenda de Egidio ilustra mejor que ninguna los primeros tiempos de ese paÃs y la decadencia definitiva del poder del Reino Medio sobre aquellas tierras. Granjero de barba roja, mal genio y testarudo, Egidio debió a la fortuna, a un trabuco mal cargado y a la fanfarrona lengua de su perro, el comprometedor honor de convertirse en el guardián del pequeño pueblecillo de Ham y, eventualmente, de todo el antiguo reino. Cierto fue que espantó a un gigante de las Colinas Salvajes de un solo tiro. Pero también lo es que disparó por pura casualidad y que prefirió omitir el detalle, una vez que sus coterráneos se enteraron de la contienda y decidieron, sin pensar en la mesura, difundir la hazaña. Después de todo, Egidio, como la mayorÃa de los habitantes de los poblados de los tiempos perdidos, era altivo y orgulloso. Y si su reputación se engrandecÃa con las congratulaciones del rey, ¿qué mal podÃa haber en disfrutar de semejantes alabanzas? Fue entonces cuando, a unas cuantas leguas de Ham, hizo su aparición un dragón rico, hambriento y despiadado. Se llamaba Crisófilax y su nombre, junto con el de Egidio el granjero de Ham, se unirÃan a la leyenda y, también, a la fantástica historia del Pequeño Reino.
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